viernes, 15 de abril de 2011

Noticias: Spotify, ¿por qué nos haces esto?

  La aplicación musical limita sus contenidos gratuitos. Repasamos la historia de un romance que acabó en desengaño. Por Ana G. Moreno
Spotify, ¿por qué nos haces esto?
Comenzó como un cuento de hadas. En octubre de 2008, un esbelto desconocido sueco se cruzaba en nuestro camino. Detallista, guapo, inteligente y con dinero. El hombre de nuestros sueños. Cuando el acceso a la música sólo tenía dos caminos (el de la billetera o el de las descargas que no pagan derechos de autor), apareció en nuestras vidas un sorprendente híbrido llamado Spotify. El servicio, con sede en Estocolmo, se presentaba como “la nueva experiencia musical”. Toda la música en la Red, gratis y limpia del poso de incomodidades, ya fueran éticas o técnicas, que nos dejaba el EMule. “Nuestro negocio está basado en la publicidad, por eso al usuario no le cuesta nada”, exponían sus creadores. “La alternativa a la piratería”, voceaban los expertos. Nos lo creímos. Pero al hombre de nuestros sueños no tardó en aparecerle polvo por debajo de las uñas, su mentolado aliento se empañaba de un extraño tufillo y el cabello rubio, era innegable, se le caía. La cosa apuntaba a tragedia.
Un par de meses después de su lanzamiento en España, acaeció el primer mal augurio. En Spotify, había cuñas de publicidad entre las canciones. Claro: de algún lado tenían que sacar beneficios. Tampoco molestaban mucho. Eran anuncios esporádicos e incluso divertidos por su carácter amateur. Sin embargo, la cosa se fue profesionalizando a medida que se acortaba la frecuencia de emisión de los anuncios. De repente, ahí estabas tú, abandonándote a la nostalgia con In Utero, de Nirvana, hasta que Melendi te estropeaba el momento. Spotify redefinió el concepto de coitus interruprus. Se desconocen los ingresos que ha generado esta campaña al asturiano, pero el daño a su reputación online ha sido incalculable: “No a los anuncios de Melendi en Spotify”, “El anuncio de Melendi de Spotify me da arcadas” o “Después de escuchar un temazo en Spotify…  ¡zas!, el puto Melendi” son algunos de los grupos que en su honor hay en Facebook. Pese a todo, como en las relaciones de pareja, pusimos ventajas e inconvenientes en una balanza y concluimos que seguía mereciendo la pena.
En mayo de 2010, Spotify abrió su servicio gratuito a todos los españoles. Hasta entonces, sólo los poseedores de una invitación podían acceder a él. El país, que había quedado dividido en los espabilados que consiguieron pasaporte a Spotify y los que no, confluyó al fin en la igualdad. Pero perder el primer tren pasó factura a los nuevos usuarios: frente a los contenidos ilimitados de los antiguos, a ellos se les imponía un límite de escucha de 20 horas mensuales. El anuncio coincidió con el lanzamiento de una nueva modalidad de pago, Unlimited. Algunos empezaron a olerse el pastel: ¿no estarían preparando el camino para reconvertir Spotify en un servicio exclusivamente de pago? La traviesa jugada de los camellos: primero te regalan la droga y cuando la adicción te ha calado hasta los huesos, te venden la papelina a precio de oro.
La sangre no ha llegado al río. Aún no le hemos puesto a Spotify las maletas en la puerta. Algunos tienen ganas. Los últimos cambios de su modelo de negocio, anunciados ayer por la mañana, reducen, para todos los usuarios de sus prestaciones gratuitas, el tiempo de escucha a sólo diez horas. También  se acabó lo de poner en bucle la nueva canción que te obsesiona. Ningún tema puede ser reproducido más de cinco veces sin pagar. Los más perspicaces apuntan que la nueva estrategia responde a las exigencias de las discográficas estadounidenses, que han puesto estas condiciones para facilitar la ansiada entrada de Spotify en el mercado yanqui. En cualquier caso, a nadie le extrañaría que dentro de unos meses, esas diez horas gratuitas se conviertan en cinco, luego mengüen a tres y, finalmente, no quede otra que rascarse el bolsillo. Habrá quiénes decidan desembolsar los 4,99 euros mensuales que cuesta el paquete Unlimited o los 9,99 del Premium. Otros regresarán a los programas de intercambio tipo Ares o EMule. Y todos habremos dejado de creer en el hombre o la mujer perfectos. Como ya nos pasó con los Reyes Magos.


1 comentario:

  1. Mi espanol es no bueno pero me gusta la site y la musica.

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